Está más que claro que la economía mundial depende del petróleo y lo relacionado a su precio y disponibilidad. Este efecto también tiene su impacto en los precios de los alimentos, como bien se puede observar en el siguiente gráfico.
Si bien ambos reaccionan a estímulos externos, como puede ser la crisis financiera en el 2008, la dependencia recíproca tiene un origen más intrínseco.
La explicación a esta situación es que la agricultura moderna utiliza productos derivados del petróleo y a la vez como combustible para maquinaria agrícola para la explotación y transporte de la producción. Esto genera que un incremento en el precio del petróleo genere rápidamente un impacto en el precio de los alimentos por un aumento en el costo de producción.
En contrapunto, a medida que aumenta el precio del crudo, también lo hace la demanda de biocombustibles. Dado que los principales insumos para la producción de biocombustibles son productos agrícolas como la soja, el maíz o el girasol, una mayor demanda de biocombustibles también impacta en la demanda de las materias primas. Vale la pena mencionar que este es el mecanismo que utiliza Estados Unidos para mantener alto el precio del maíz, uno de sus principales productos primarios. A través de la promoción a la producción de etanol, la economía americana logra crear una mayor demanda del cultivo logrando así mantener su precio alto.
Finalmente, y en contra de la proyección bajista de la OPEP sobre el precio del crudo, el constante aumento del costo de extracción del petróleo da más lugar a los biocombustibles para competir desde el punto de vista de precios. A la vez, siendo los principales productos sustitutos de las naftas y gasoil, y simultáneamente consumidores de los productos derivados en su proceso productivo, es de esperar que se posicionen levemente por debajo del valor del crudo, sin llegar a superarlo.