La Argentina podría producir 157,7 millones de toneladas de granos para 2020 equivalente a ingresos por 100.000 millones de USD significando más empleo, inversión y dinamismo a la economía
En función a los recientes estudios publicados por I&D del grupo CREA y las notas en La Nación – La producción espera una señal de largada (http://www.lanacion.com.ar/1647339-la-produccion-esperauna-senal-de-largada); compartimos el siguiente artículo muy interesante.
La Argentina se beneficia de enormes recursos naturales y de una gran superficie disponible apta (principalmente en la región pampeana) para el desarrollo conjunto de la agricultura y ganadería, algo que no se logra en otros países.
Más allá de la calidad de su suelo, de sus bondades climáticas y de las condiciones agro-ecológicas que goza el país, es indudable que a lo largo de la historia y soportando impactos de diferentes crisis en distintos momentos, el Agro en Argentina ha sido un impulsor permanente de su economía. Si bien es cierto que la producción nacional se vio estimulada por una fuerte demanda externa, el sector supo desarrollar la industria de clúster y alcanzar una eficiencia productiva tal que se ha convertido en el complejo cerealero-oleaginososo más competitivo del mundo.
Más allá de que hoy nuestra moneda puede ser poco competitiva en términos de tipo de cambio y teniendo en cuenta los aumentos de costos en dólares, gracias al nivel de productividad logrado, a la eficiencia en el manejo de costos y a la escala alcanzada, el Agro Argentino sigue teniendo una gran competitividad a nivel mundial y su potencial es inmenso. Según especialistas, para el 2020, el valor bruto de la producción podría superar los US$ 100 mil millones, lo que inevitablemente implicaría mayor ingreso de divisas para el país y por ende se fomenta el empleo y se le da dinamismo a la economía.
Por otro lado, es importante mencionar que en países como India, África en su conjunto, China y Brasil (dónde se pueden ver migraciones rurales a las ciudades) la población aumenta considerablemente año a año. De esta manera, podemos proyectar que de la mano de una demografía mundial en aumento, la necesidad de producir alimentos para un mundo que así los implora se intensificará también. Así, con demanda asegurada y por ende también los precios (más allá de los “serruchos”), resulta fundamental optimizar la eficiencia productiva alcanzada para seguir manteniendo el nivel de competitividad.
Si bien las perspectivas para los próximos años son alentadoras, es imprescindible mantener políticas de estado que alienten el largo plazo y generen oportunidades para el sector, que motiven, promuevan y coordinen los esfuerzos del Agro. Es necesario que actores de gobierno, actores de la industria del agro, productores, etc. se encaucen en pos de un objetivo común para lograr mayor producción, aumento de divisas para el país y mejor calidad de vida para la sociedad.
Para prosperar, irremediablemente se necesitan reglas claras y espíritu de mirar hacia adelante. Al futuro no se lo debe adivinar, se lo debe forzar, desear y para ello es necesario tener la voluntad de cambiar las circunstancias y la historia para que las cosas se logren. Las políticas de largo plazo son indispensables para optimizar el potencial que el Campo en su conjunto tiene de aquí a los próximos años, con todo lo que ello implica para el país. Quizá sea más triste reconocer en varios años que hoy no discutimos por lo que es la década ganada/perdida, sino por lo que fue la década “desperdiciada”.
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