Desde la segunda mitad del Siglo XX hasta los días de la actualidad, hemos sido testigos de una serie de hechos que cambiaron nuestro mundo. Pero sin dudas, hay un suceso que puede verse claramente. Toma fuerza día a día y es algo ya difícil de controlar: La población mundial crece día a día, sobre todo en los países en vías de desarrollo; y esto es algo que parece no tener freno.
Una mayor población implica más necesidades básicas que satisfacer: Comida, agua, refugio y espacio. Está claro que es un gran desafío para la raza humana, a la hora de administrar los recursos escasos de la manera más eficiente para satisfacerlas. Ahora bien, hoy nos vamos a centrar en la primera de éstas. Sin dudas, el aumento de la población implica una mayor demanda de alimentos. Cómo encarar ésta cuestión? Acaso es suficiente aumentar la superficie cultivable por desmonte y otras prácticas, alterando así múltiples ecosistemas en equilibrio? La respuesta es claramente no. Vamos a referirnos a un fenómeno que ha marcado un antes y un después en materia de producción de alimentos: La Revolución Verde – una ventana hacia la mejora en la productividad por hectárea sembrada.
En términos generales dicha Revolución consistió en un largo proceso, totalmente dinámico y de mejora continua, cuyo principal objetivo es el aumento del rendimiento de los cultivos. Se basa en una combinación de nuevas variedades y técnicas, acoplado al uso de nuevas tecnologías e insumos. Por supuesto que este fenómeno sigue existiendo hoy en día y sin dudas, todavía queda mucho por hacer.
A priori cuando vamos al campo y vemos por ejemplo trigo, vemos plantas altas y pensamos en “plantas altas = plantas que crecen en buenas condiciones = buenos rendimientos por hectárea”. Pero cuidado, estas plantas altas nos traen un costo a afrontar, siendo muy susceptibles al vuelco por el peso de su espiga y también dificultan la fertilización con nitrógeno. Fue Norman Borlaug quien a mediados del Siglo XX, descubrió que estos factores afectaban directamente a los rendimientos de trigo.
Luego de múltiples cruzamientos, Borlaug indujo una mutación (cambios en la secuencia de ADN) en el Gen del trigo encargado de regularla altura de la planta. A partir de este gen, en condiciones sin mutación, se produce una proteína llamada DELLA. Esta proteína es un factor represor del crecimiento. De todas maneras, si existe DELLA como inhibidora, entonces porqué el trigo era alto y tenía problemas de vuelco? La respuesta es por la existencia de una hormona conocida como Giberelina, la cual se une a DELLA y la inhibe. Por tal motivo, se pierde la represión del crecimiento y la planta termina siendo alta.
Ahora bien, al inducir la mutación, la situación es diferente. Al generar un cambio en el gen “productor de DELLA”, esta proteína resultante tendrá una estructura diferente lo que terminará alternado su función. DELLA no podrá ser captada por la Giberelina, y por ende no se afecta la inhibición del crecimiento de la planta. DELLA permanece reprimiendo a otros genes productores de enzimas de crecimiento, sin ser inhibida por no poder unirse a la Giberelina, y como consecuencia la altura de la planta es considerablemente más baja.
No hablamos de plantas de trigo enanas con esta mutación, sino que nos referimos a plantas de altura media. Los tallos más cortos, otorgan una mayor resistencia al vuelco y hallazgos recientes, demostraron menor probabilidad de ataque de patógenos e insectos. La fertilización con nitrógeno mejoró y se pudo optimizar el uso del riego en regiones donde la agricultura de secano no es posible por falta de lluvias.
La Revolución Verde marcó un antes y un después. Permitió obtener mayor rendimiento en la producción de grano, mayor índice de cosecha y como consecuencia, un aumento en la productividad por hectárea sembrada. El mundo, en cierto modo nos regala una oportunidad a nosotros los argentinos; como hablamos previamente, pues la población mundial crece a pasos agigantados y con ella la demanda de alimentos. Argentina cuenta con recursos naturales y condiciones agro-ecológicas realmente privilegiadas para la producción de cereales y granos.
Estamos en el momento oportuno y en el lugar indicado para producir alimentos. Es hora de que como productores de primera, capitalicemos los continuos avances logrados por la Revolución Verde a través de nuestras ventajas competitivas y nuestro “know-how” en producción, para continuar así nuestro camino hacia el crecimiento.