Cuando hablamos de crecimiento poblacional en nuestro mundo, es evidente que el mismo está ligado de manera directa a una mayor producción de alimentos. Hasta mediados del Siglo XX, dicho crecimiento fue a expensas de la incorporación de nuevas tierras arables (la población aumentó un 40% mientras que la tierra arable se incrementó un 75%). Pero ya en la segunda mitad, la cuestión se mostró de manera distinta: La población mundial siguió su crecimiento, de hecho pasó a mostrar una tendencia creciente exponencial; se habla de un fenómeno de explosión. Lógicamente dicho crecimiento exponencial, tuvo que haber estado acompañado de un aumento de la misma magnitud en la producción de alimentos. Pero aquí es donde está el punto de inflexión; a partir de la segunda mitad del Siglo XX dicho incremento en la producción no se debió a un aumento en la superficie cultivable. De hecho, la misma se ha mantenido más o menos constante. La clave aquí fue el incremento de la productividad por unidad de superficie (obtención de mayor producción o rendimiento por hectárea).
Esta cuestión de lograr mayores rendimientos de cultivo/ha. y por ende, una mayor producción de alimentos por unidad de superficie cultivada, fue posible gracias a los avances obtenidos en mejoramiento genético, prácticas de rotación de cultivos con leguminosas pero principalmente gracias a la incorporación a escala de fertilizantes nitrogenados. Es evidente que la industria referida a la fertilización nitrogenada dio el salto a partir de la materialización del Proceso Haber-Bosch (reacción para sintetizar Nitrógeno amoniacal que puede ser utilizado por las plantas, a partir de Nitrógeno atmosférico inerte).
Es difícil calcular la contribución precisa de los fertilizantes al rendimiento de los cultivos, ya que se confunde con otros avances tecnológicos como mecanización, irrigación, técnicas de rotación, control de adversidad y mejoramiento genético. Pero a partir de diversos ensayos, puede sostenerse que a nivel mundial, el fertilizante nitrogenado sostuvo en promedio al 27% de la población en los últimos 100 años. Haciendo algunos números, actualmente en 2016 se puede estimar cual hubiese sido el efecto de la falta de fertilización nitrogenada sobre la población. Hoy en día, somos cerca de 7.000 millones de personas habitando nuestro pl aneta. La no existencia de fertilización implicaría una menor productividad por unidad de superficie, lo que se traduciría en una menor producción de alimentos a escala global. Menos Producción de alimentos = Bajas en el crecimiento poblacional; si los fertilizantes nitrogenados no hubiesen hecho su notable contribución, hoy la población mundial rondaría los 3.000 millones de habitantes!
Lógicamente los fertilizantes hacen una contribución al rendimiento de los cultivos, pero dicho aporte no es homogéneo. El mismo varía en función a la disponibilidad del nutriente en el suelo, estado hídrico, tipo de suelo, limitación por otro nutriente y condiciones climáticas, entre otros. En el mundo, el consumo de fertilizantes mostró un gran crecimiento a partir de 1960. Ahora bien en los últimos años, la bandera en el consumo fue llevada por los países en vías de desarrollo. Los países desarrollados, muestran niveles estancados y hasta decrecientes en el consumo. Básicamente en este tipo de naciones, se ha cuantificado la manifestación de la contaminación a partir de uso de estos fertilizantes. Para el caso de Argentina, la cuestión es diferente. El consumo recién se ha disparado a partir de los años 90 pero el consumo promedio es notablemente menor al de otros países. Esto podría ser explicado por una serie de cuestiones:
- El principal cultivo en Argentina es la Soja. Esta oleaginosa no se fertiliza con Nitrógeno! Esto se debe a que tiene la capacidad de fijar el Nitrógeno atmosférico para utilizarlo, a través de una asociación biológica con bacterias del género Rhizobium.
- Argentina cuenta con una historia agrícola notablemente menor que otros países. Esto implica menor erosión, menor pérdida de nutrientes y materia orgánica. Al ser mayor esta disponibilidad, la respuesta del rendimiento a la fertilización es menor y por ende no es necesario gastar en la aplicación. Comparemos nuestra historia agrícola con la del Imperio Egipcio por ejemplo…
- Como decimos en las charlas de café, Argentina tiene buenos suelos! Más allá del orgullo que nos caracteriza, nuestros suelos de la región Pampeana no solo cuentan con una buena disponibilidad de nutrientes; sino que también sus propiedades físicas (estructura, textura) y químicas son favorables para el crecimiento del cultivo.
Desde el punto de vista agroecológico, es muy importante que podamos mantener las entradas de nutrientes al suelo por fertilización, para no tener balances nutricionales deficitarios. El uso racional de los fertilizantes es clave para que no perdamos la capacidad productiva de nuestros suelos y al mismo tiempo evitar la manifestación de un severo grado de contaminación. Si perdemos nuestra capacidad productiva tenemos un problema; puede traernos consecuencias irreversibles y no deseadas en el mediano plazo. Más aún para nuestro país; un país en el que el agro es nuestro principal motor de desarrollo y puente hacia el crecimiento.