Hoy está claro que poco a poco vamos viendo cómo están alineándose las variables para el desarrollo del negocio de ganadería en la Argentina: quita de retenciones a la exportación, aumento de reintegros, sinceramiento del tipo de cambio, etc. Hoy estamos en un mundo en el que la demanda mundial de proteína animal crece día a día, no solo por el aumento de la población sino por la mejora en los ingresos promedio de los habitantes al mudarse hacia centros urbanos; cuestión que implica una mejora en su nivel de vida y cambios en los paradigmas de alimentación.
Todos estos años Argentina ha perdido mucho terreno frente a otros productores de carne como Uruguay, Paraguay, Brasil, Australia y Nueva Zelanda quienes, a diferencia de nosotros, han sabido aprovechar este contexto favorable. La buena noticia es que Argentina hoy es el único país capaz de satisfacer dicho crecimiento de la demanda mundial por sus condiciones agroecológicas privilegiadas, siendo así el cluster productor de carne bovina más competitivo en el mundo. Los restantes países mencionados ya han tocado su techo de producción, o bien, se ven imposibilitados de lograr un animal del standard de calidad que presenta Argentina.
Desde el punto de vista de la producción animal, la alimentación y nutrición son pilares clave; las cuales muchas veces terminan determinando el margen del negocio (costos de formulación de raciones, tiempo de inmovilización del capital por diferentes ganancias diarias de peso, estado de salud de los animales, etc.). Ahora bien, siempre surge el debate sobre si Argentina para retomar la senda del crecimiento debe incentivar el engorde a corral o bien el crecimiento de los animales a campo. La realidad nos indica que esta percepción es errónea ya que no existe un método que sea mejor que otro, sino que en realidad presentan una relación conjunta y se adecuan de acuerdo a cada zona, productor y tipo de animal que se busca obtener.
De esta manera, tanto la producción de carne a través de alimento balanceado como la producción mediante forrajes son complementarias y, por este motivo, no sería ideal para Argentina avocarse al mejor de uno de estos sistemas a expensas del otro. En nuestro país contamos con distintas zonas, en las que la producción va variando de acuerdo a las características climáticas y el tipo de animal que se puede obtener (mercado interno o exportación). Esto implica distintos sistemas de engorde y distintos tipos de alimento (recría a campo en la la Región Pampeana, recría intensiva a corral en Zona de Cuyo, terminación a campo en el Norte, etc.).
Más allá de la importancia de las especies forrajeras en la rotación (cuestión clave a recuperar en Argentina para no perder la capacidad productiva de nuestros suelos), para acompañar el crecimiento de la producción de carne es indispensable el avance en investigación tanto de la formulación de raciones (mejoramiento en valor nutritivo: digestibilidad, consumo y eficiencia en el uso de nutrientes/energía) como de la producción forrajera (mejoramiento genético vegetal, lograr modelos de fertilización) dada la sinergía que implican en conjunto para el desarrollo de un tipo de producción capaz de satisfacer la demanda externa creciente, sin descuidar el mercado interno que resulta tener un impacto determinante puntualmente en nuestro país y en la economía del productor.