¿Cómo sigue lo del cierre de exportaciones a la carne?

El gobierno ha estado negociando con la industria frigorífica un acuerdo para una apertura parcial de las exportaciones. Los representantes de la producción no fueron invitados a esa negociación. El ministro Kulfas anuncia su deseo de “subir la producción de carne de 3 a 5 millones de toneladas” así alcanza para todos. Y además hacerlo con retenciones, con limitación a las exportaciones en volumen y en tipo de cortes, y con la amenaza de revisión periódica (o sea que si lo consideran necesario se vuelve a intervenir el mercado). ¿Realmente piensan que de esa forma van a estimular las inversiones y el crecimiento del rodeo? No, todos sabemos (ellos también) que eso no va a ocurrir. La carne es débil.

Tensiones crecientes
Si por algún motivo se mantiene una baja sostenida y generalizada de las cotizaciones de granos, aumentarán las tensiones entre los productores y el gobierno. Por un lado, los productores percibirán en su menor rentabilidad los efectos de distintas medidas y resoluciones enmascaradas por el alza del precio de los granos (desacople entre precio interno e internacional, falta del precio de paridad, cierre de exportaciones, retraso del tipo de cambio) y que hoy parecieran no pesar tanto. Y por el otro lado, al gobierno comenzará a faltarle ese “plus” en la recaudación generado por la combinación de producción y aumento de precios. Plus recaudatorio para el cual el gobierno no hizo nada, salvo aumentar las retenciones y un sinnúmero de medidas tendientes a desincentivar la producción. Parte de esa tensión puede reflejarse en el corto plazo en un menor ritmo de venta de lo ya cosechado, y en el mediano plazo en una caída global de la producción. Si eso sucede la pérdida de recaudación será por dos efectos, precio y producción. Se comenzará entonces a escuchar que los productores retienen la mercadería, que son especuladores, que no liquidan divisas, etc., argumentos ya utilizados y que casualmente hoy no se escuchan. Y todo esto en un año electoral, donde las medidas, resoluciones y leyes apuntan a captar votos sin importar el efecto negativo que puedan generar a mediano plazo en la producción y en las inversiones. Los precios altos son un “retardador” de tensiones que actúa como efecto anestésico temporal sobre ambas partes. Pero la realidad se termina imponiendo.


Alejandro Meneses + Teo Zorraquín
Fuente: Apuntes para empresas Z+M