Las condiciones internacionales para esta administración reflejadas por Lucas Llach en el “índice de la suerte” (combinación favorable de tasas de interés internacionales, crecimiento mundial y precio de los commodities) siguen en valores interesantes aunque bajando un cambio. Se ve opacado el panorama externo para nuestro país por la economía brasileña con signos de claros amesetamiento. No parece que se vaya a complicar tanto la economía de Brasil como para afectar a Argentina. Los problemas que tenemos son más autogenerados que ajenos.
Las empresas han sido un motor evidente del proceso de recuperación de Argentina a partir de 2003 y tuvieron una clara necesidad de adaptación, ya sean firmas industriales o de servicios, a las condiciones de un entorno económico e institucional complejo. Fueron aprovechando las circunstancias con buena rentabilidad hasta que llegó la recesión.
En el frente interno el cepo marcó un punto de inflexión para esta administración. El otro hecho político relevante fue la derrota parcial en las elecciones de octubre de 2013 que terminaron con la intención reeleccionista. En estas líneas se recorrerán algunos aspectos referidos a la economía y a la política, dos ámbitos de estrecha interacción, en particular en este período final del kirchnerismo. Comencemos por la política. Como suele ser común en el justicialismo Néstor Kirchner se caracterizó por la
ejecutividad y por remarcar el estilo presidencialista a la usanza del propio Perón y de Menem en los 90. No ha sido el Poder Ejecutivo en estos años un primum inter pares sino que se ejerce efectivamente la conducción con la misma modalidad aplicada en Santa Cruz: el hegemonismo. Ya van casi 150 decretos de necesidad y urgencia durante la gestión K cuando Alfonsín firmó sólo 10. Este estilo ha generado recelos muy comprensibles en algunos sectores de la sociedad sensibles a los reiterados hechos discrecionales de la Presidenta. En especial las inquietudes se concentran en el ambiente empresarial por la dificultad para hacer negocios que registra el índice Doing Business del Banco Mundial. El estilo ideológico y
de fuertes convicciones parecería moderarse en algunas medidas más pragmáticas. El riesgo de producir fracturas al interior del justicialismo parece menor pues el peronismo, verticalista por su origen sindical, militar y neofascista, tiene una increíble capacidad de integrar la diversidad. Representa en particular Cristina Kirchner la línea progresista que convive con la más tradicional y conservadora del justicialismo.
¿Cómo funcionará la economía hasta el fin de mandato? ¿Cuál es la Argentina que viene? La Argentina del próximo gobierno será o al menos aspiramos a que lo sea un “país normal”. Fue esta última una frase predilecta de nuestro ex Presidente Kirchner. Para concretar esta aspiración es clave en primer término reconciliarnos con el mundo. La negociación compleja de la deuda en default es un test permanente para la economía condicionada por este acuerdo y por la falta de crédito externo. El desendeudamiento supuso en esta gestión un nivel de ortodoxia desconocido por los gobiernos militares, peronistas y radicales desde la posguerra (Quizás con la excepción de Illia cuando la deuda pública neta se
redujo). El “país normal” requiere todavía un diálogo más constructivo en negociaciones del tipo ganar-ganar entre las empresas afectadas por contratos y el propio gobierno. En particular se requiere un arreglo amplio con los hold outs que anule las espadas de Damocles a futuro.
En lo que se refiere al crecimiento se estima un descenso del PIB para 2015. Eso nos dejaría en el PIB per cápita en moneda dura y comparable similar a la mejor época del menemismo.