En ocasiones, cuando hablamos de nuestro país y pensamos en las actividades agropecuarias, como argentinos la primer palabra que se nos viene a la cabeza es “soja”. La cuestión que nos plantearemos hoy, se basa en pensar si no estamos desaprovechando una interesante oportunidad. Una oportunidad que no se base en nuestras ya conocidas ventajas comparativas, para la producción y comercialización de cereales y oleaginosas.
En la economía nacional, la actividad forestal tiene actualmente una participación pequeña. Quizás como argentinos, muchas veces hemos dicho “ese es un negocio propio de Brasil; nosotros tenemos que dedicarnos a lo que sabemos: producir alimentos para el mundo”. Ahora bien, como leemos en los diarios o escuchamos en la radio, la producción de granos no está pasando por su mejor momento. Las campañas agrícolas, muchas veces se vuelven cuesta arriba si no se trabaja con la escala óptima y no se controlan adecuadamente las variables en juego (precios, rindes y costos). Sumado a esto, tengamos en cuenta que el campo es un negocio a cielo abierto sujeto a la variabilidad en aumento que presenta el comportamiento del clima. Como eximios productores de alimentos, parece que hoy las cosas se complican, pero ojo, siempre existe algún camino para no ahogarse en un vaso de agua.
Entonces, estamos en el momento ideal para analizar el inmenso potencial que tiene la Argentina para la producción forestal. Básicamente el objetivo de esta actividad es la implantación de árboles para la producción de madera. Madera que puede utilizarse en construcción, muebles, en la industria del papel… En fin, multiplicidad de usos.
Argentina cuenta con un potencial forestal único, principalmente dado por las vastas extensiones de tierras vírgenes aptas para la forestación de las especies más demandadas (pino, álamo y eucaliptus, entre otros). Nuevamente vemos como la Argentina presenta condiciones agroecológicas favorables, pero además, es importante aclarar que el Estado incentiva la actividad forestal a través de un tratamiento impositivo favorable y sin imponer restricción a los capitales extranjeros (quienes tienen los mismos derechos y obligaciones que los inversores locales).
Desde el punto de vista ambiental, la palabra forestación muchas veces nos causa un poco de rechazo. Es muy importante saber diferenciar la tala indiscriminada de bosques nativos de la actividad forestal en bosques cultivados y gestionados sosteniblemente. Cuando hablamos de la oportunidad que presenta la Argentina, hacemos referencia a este último punto y no a la destrucción de nuestros bosques. De hecho, los productos elaborados provenientes de los bosques implantados son realmente sustentables, dado que la materia prima utilizada es renovable.
Está claro que en el mundo de hoy la población humana crece día a día. Ahora bien, sería bastante lógico el siguiente planteo: “Más humanos demandan más alimentos, pero no necesariamente más madera”. Pero frente a esta cuestión es importante tener en cuenta que desde 2010, y por primera vez en la historia, más de la mitad de la población mundial está viviendo en ciudades. El crecimiento de la clase media a nivel global es evidente, lo que implica mayores ingresos, cuestión que podría generar un aumento en la demanda de muebles para mejorar la calidad de vida por ejemplo, o bien, más niños accediendo a la educación los cuales en algún momento necesitarán cuadernos o libros. El éxodo hacia las ciudades es indiscutible y este fenómeno trae aparejado un aumento de las áreas sub-urbanas, ocupadas principalmente por casas que utilizan madera como material de construcción.
Sin dudas, es clara nuestra capacidad en la producción de granos para la inserción de la economía argentina en el mundo. Lograrlo no implica un camino fácil y siempre es importante tener en cuenta, las distintas alternativas que existen para alcanzarlo. La actividad forestal claramente representa una opción para ayudarnos a cumplir dicho objetivo.