Ya con la mayoría de las cartas arriba de la mesa, buenas y malas noticias se alternan para la economía de los argentinos. Se siente un escenario como con una pequeña brisa de cola de a ratos, y por momentos como si cambiase el viento repentinamente para soplar de frente y aplacar el entusiasmo.
El gobierno está trabajando para que la tasa en pesos tenga una importante baja y se reactive el consumo. Ya en el mes de enero, miles de argentinos disfrutan sus vacaciones gastando en el país, aunque por otro lado, la inflación de 2019 fue casi del 54% anual. La “herencia” en el nivel general de precios que recibió el Presidente Fernández es muy pesada y genera desconfianza en muchos ciudadanos de a pie acerca de cómo podrá el Gobierno evitar que siga escalando.
Las devaluaciones sucesivas en la segunda mitad de la era Macri se profundizan ahora con el impuestazo y las retenciones generalizadas de Alberto. El ajuste fiscal otra vez se descarga contra las familias y las empresas, a los que una vez más se les aumenta la ya agobiante carga tributaria que sufrimos en “Impuestolandia”.
Estas medidas apuntan en el corto plazo al regreso de los superávits gemelos y a despejar el riesgo de default. Pueden ser estrategias de urgencia pero más temprano que tarde habrá que corregirlas. Los congelamientos de tarifas y combustibles pueden aliviar el bolsillo en lo inmediato, pero implicarán más subsidios.
Por otro lado, los indicios de una propuesta amigable para reestructurar la deuda hacen subir los bonos en dólares. Sin embargo, los bonos provinciales aún corcovean y encienden luces de alerta en el tablero, aportando volatilidad al mercado. Las acciones deberían tener a su vez un recorrido muy alcista, aunque no debemos menospreciar el Cisne negro que sorprendió a los mercados por la pelea de Trump con Irán que generará todavía semanas de mucha volatilidad en los mercados. La guerra comercial USA vs China pareciera apaciguarse un poco. Nuevamente buenas y malas noticias se alternan para la economía de los argentinos.
Se estima un crecimiento de la economía brasileña en 2020 y 2021, de la mano de privatizaciones y reformas del Estado. Después de atravesar entre el segundo mandato de Dilma y el de Temer un período que los propios cariocas consideran la peor crisis económica por varias décadas, el PBI de Brasil parece recuperar fuerzas. Este escenario podría impulsar a que muchos inversores se ilusionen y vuelvan a traer fondos al mundo emergente. Las privatizaciones de Brasil son muy atractivas y traerían dinero a la región lo que beneficiará a la Argentina.
En la recta final de la cosecha del trigo, y a la mitad del ciclo productivo de verano, llegaron justo las lluvias que mejoraron notablemente la expectativa de rendimientos tanto en soja como en maíz, y en muchos casos salvaron a los cultivos de fina, por lo que se estima una Campaña agrícola de moderada a buena.
Vemos que si bien tenemos un contexto local y externo que sigue en movimiento, el contexto internacional será más favorable a priori para Fernández que lo que fue para Macri. Pero independientemente de lo que ocurra “puertas afuera”, “puertas adentro” tenemos que hacer muchas cosas bien, de manera sostenida en el tiempo, para poder así generar hábitos que nos hagan retomar la senda del crecimiento.
Sin dudas que para reducir la pobreza hay que bajar la inflación y para que caiga la inflación tiene que haber más oferta de productos. A su vez, para que haya más oferta de productos se necesita inevitablemente de mayor inversión…y para seducir a los inversores, se necesitan reglas de juego claras e instituciones fuertes que generen previsibilidad, y un tamaño y peso del Estado menor al que sufrimos… no emitir en forma descontrolada y pagar los compromisos de deuda. De esta manera, una mayor inversión tendrá como correlato más crecimiento, mejora en los ingresos fiscales, equilibrio fiscal, menos endeudamiento o emisión de dinero, y esto retroalimenta la menor inflación y el mayor crecimiento.
Para prosperar, irremediablemente se necesitan reglas claras y espíritu de mirar hacia adelante. Al futuro no se lo debe adivinar, se lo debe forzar, desear y para ello es necesario tener la voluntad de cambiar las circunstancias y la historia para que las cosas se logren. Debemos lograr hacer que las cosas “pasen”, no que “nos pasen”. Las políticas de largo plazo son indispensables para optimizar el potencial que los sectores productivos pueden generar en nuestra economía, con todo lo que ello implica para el país. Esperemos que como argentinos podamos hacernos cargo de lograr el país que tanto queremos. De cada uno de nosotros depende.