En la Argentina de hoy, está claro que el término “largo plazo” no está alineado con lo que ocurre en otras naciones. Nuestra economía nos tiene acostumbrados a vivir dinamizados, con vaivenes y cambios prácticamente semana a semana. En las charlas de café, ya estamos muy acostumbrados a escuchar e incluso decir la frase “un año… en la Argentina es una eternidad”.
Por: Hilario Bonizzoni
Como argentinos, apostar y creer a largo plazo nos cuesta. Bien es sabido que tenemos un perfil inversor bastante cortoplacista, lo cual no es una crítica o algo malo, sino que posiblemente se corresponda con nuestra economía volátil y su dinámica a los que ya estamos bien acostumbrados. A su vez, preferimos el ladrillo como una inversión segura y de bajo riesgo; un negocio ya conocido y con bastante transparencia en cuanto a la información. Pero hay una cuestión que es clara y que ningún inversor puede negar; es imperiosa la necesidad de estar diversificado. Hay distintas maneras de componer nuestra cartera, la cual dependerá básicamente de nuestro perfil conservador o arriesgado, de nuestras posibilidades de inversión, del impacto impositivo e incluso de nuestro espíritu de estar identificados con tal o cual negocio. Somos escépticos en relación a las alternativas de largo plazo, pero tampoco sería correcto quedarnos en nuestra zona de confort simplemente por permanecer obtusos a nuevos negocios; sobre todo en una Argentina que parece encaminarse en la senda del crecimiento.
Nuestras economías regionales han venido muy golpeadas este último tiempo. Actividades clave, generadoras de empleo en las Provincias han estado en jaque constante por el contexto adverso. Ahora bien, hoy parecería que esta perspectiva estaría poco a poco cambiando de parecer. Si bien es cierto que todavía nos rodea un contexto de bastante incertidumbre, por lo menos las reglas de juego ya están tomando un curso marcado en cuanto a su claridad y transparencia. Desde el punto de vista del agro, sin dudas el panorama ha cambiado y para bien. El sinceramiento del tipo de cambio, la eliminación de los Registros de Operaciones de Exportación (ROE), la quita de retenciones y la apertura de exportaciones, constituyen un panorama que empieza a verse favorable para la inversión en este sector.
Los olivares hoy en día vuelven a surgir como una alternativa interesante para buscar una renta a perpetuidad dada la capacidad de producción por el extenso período de vida de los árboles. Argentina cuenta con condiciones agro-climáticas privilegiadas para producir uno de los mejores aceites de oliva del mundo y aceituna de calidad a escala. Aquí entra en juego las características puntuales de cada explotación como la escala, la ubicación, el manejo y la posibilidad de generar valor agregado.
Una finca de escala más allá de diluir costos fijos, tiene la posibilidad de generar mejores condiciones de negociación y más importante aún, mitigar los riesgos climáticos, los cuales en este negocio representan una cuestión a considerar.
El término “ubicación – ubicación – ubicación” tiene también su validez en este tipo de negocio. En estos esquemas de inversión, más allá de participar de la producción y comercialización de aceituna, se es dueño de la tierra por lo que el inversor goza de una reserva de valor. La ubicación estratégica no solo determina la facilidad de venta sino que influye el rendimiento por las características agro-climáticas de la zona y calidad de la producción, además del potencial de revalorización.
Un buen manejo agronómico es indispensable para el buen desarrollo del negocio. Las buenas prácticas agrícolas no son solo clave para lograr mejores rendimientos y calidad aceitera, sino también la gran oportunidad de conducir los árboles para poder trabajar con cosecha mecánica y lograr los inminentes ahorros en costos que tiene esta implicancia para la explotación. Poder trabajar con una producción diversificada es otra de las variables clave a considerar. Una finca con distintas variedades de aceituna (de mesa, aceitera, doble propósito) tiene la posibilidad de gestionar contratos de venta con mejores precios y empresas líderes del sector. Sin ir más lejos, las posibilidades de la finca de generar valor produciendo aceite de calidad y comercializarlo representan otra de las cuestiones bisagra en el negocio.
Desde el 2010, más del 50% de la población mundial vive en ciudades. La consecuencia directa de esta cuestión es un incremento de la clase media y un cambio en los paradigmas de alimentación. El aceite de oliva posee una calidad nutricional indiscutible, lo que le brinda su carácter nutracéutico (ayuda a mejorar a la calidad de vida, el mantenimiento de la salud y la prevención de enfermedades). El negocio olivícola en la Argentina viene posicionándose no solo para reactivar la inversión rentable, el empleo y la producción a nivel país; sino que también viene a re-impulsar a la Argentina a los mercados mundiales como el cluster productor de alimentos más competitivo del mundo.