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LA ACTIVIDAD OLIVICOLA Y UN SECTOR QUE SE REINVENTA CONSTANTEMENTE

La historia olivícola se introdujo en la Argentina allá por  el año 1550. Cuentan que las primeras plantas se arraigaran en Santiago del Estero, primera ciudad fundada por expedicionarios del norte provenientes del Alto Perú.

Debido al desarrollo del cultivo en tierras americanas, el Rey Carlos III ordenó talar indiscriminadamente muchas las plantaciones de olivo desde el Alto Perú hasta el Río de La Plata, temiendo que la prosperidad del vegetal en esta zona, pudiera superar el lugar de su España como primera productora mundial. Sin embargo, producto de sucesivas selecciones, cruzamiento y multiplicaciones de las plantas que habían quedado en pie, muchos olivares comenzaron a desarrollarse en provincias como Córdoba, San Juan, Mendoza, La Rioja, entre otras.

Tanto fue así que en 1954, se realizó en La Rioja la Primera Conferencia Nacional de Olivicultura que reunió a los productores de olivos más destacados de las provincias de Argentina. Como resultados de esta conferencia se popularizó el slogan «haga patria, plante un olivo», se expandió la frontera olivícola y trajo aparejada la aparición de un importante número de establecimientos procesadores de aceitunas en conservas y fábricas de aceite. La producción abastecía el mercado interno y los excedentes se colocaban en el exterior.

Durante la década del 70, se inició una campaña a nivel mundial de desprestigio del aceite de oliva, por ser considerado un producto nocivo para la salud humana. Paralelamente se promocionó el consumo de otros aceites de origen vegetal como el de girasol y maíz, provocando una caída del precio internacional del aceite de oliva, que no podía competir en precio con los aceites de semilla. La crisis del sector productor de aceite de oliva en argentina, duró algo más de 20 años.

A comienzos del 90 el país ya tenía casi 30.000 has. cultivadas con olivos, ubicadas principalmente en Mendoza, San Juan, La Rioja y Córdoba. La producción nacional era de alrededor de 100.000 Tn. de aceitunas que se repartían en mitades entre aceituna de mesa y producción de aceite. Mendoza era la principal productora con el 70 % del total de aceite de oliva y el 60 % de aceitunas en conserva.

A partir de 1992 el escenario comenzó a revertirse, cuando el olivo se transformó nuevamente en una actividad rentable por la suba de los precios del aceite de oliva a nivel internacional, aumento de su consumo, y la disminución sostenida de la producción de la cuenca del Mediterráneo por sucesivas sequías.

En Argentina, los últimos 10 años han sido muy complejos para la olivicultura y las economías regionales. Si bien nuestro país cuenta con condiciones agroecológicas óptimas para el desarrollo de la actividad, este ha sido uno de los sectores que más ha sufrido los avatares de la economía.

Algunas cuestiones externas como la caída de los precios internacionales por buenas cosechas y sobre oferta junto con apreciación mundial del dólar, han mermado los márgenes del negocio. Además, debido a algunos efectos climáticos que afectaron los rindes, sumado a altas retenciones, asfixia tributaria, un tipo de cambio atrasado, inflación en dólares (aumento del costo de la mano de obra, gasoil), contracción de la inversión,  etc. la actividad se volvió muy compleja.

Si bien la devaluación, la eliminación de las trabas a las exportaciones y la quita de retenciones han mejorado la ecuación, bien es sabido que hoy la logística es una carga pesada para varias regiones teniendo en cuenta la extensión del territorio Argentino y la falta de infraestructura. Estas cuestiones indudablemente implican desequilibrios en la competitividad que enfrenta el país y consecuentemente llevó a la pérdida de mercados.

Pese a todas estas cuestiones, sean de la índole que fuera (nacional, internacional, externa, interna, de mercado, política, económica, productiva, etc.) la industria olivícola nos demuestra que ha sabido reinventarse constantemente para lograr mantenerse vigente durante miles de años. Se respira en el ambiente una confianza esperanzadora a partir del año próximo, aunque lógicamente la recuperación no se producirá de la noche a la mañana de forma inmediata. Por otro lado, este sector implica tener una visión de largo plazo donde la ecuación indudablemente es positiva. Producto de la crisis, surge hoy una oportunidad muy interesante para el sector.

El Presidente Macri planteó la necesidad de potenciar las economías regionales para crear “millones de puestos de trabajo”, al tiempo que imagina un país con un desarrollo territorial similar al de Estados Unidos, desparrama optimismo y destaca la necesidad de hacer eje en la “planificación” para que Argentina “sea uno de los países líderes del mundo”. Lógicamente, hace falta acompañar este proceso con la infraestructura necesaria.

Macri es consciente de que si queremos que cada argentino tenga trabajo, hay que desarrollar las economías regionales. Con reglas de juego claras, con una visión de futuro compartida, con trabajo en equipo y con inversión,  la olivicultura podrá salir de la parálisis que viene sobrellevando. Hay muy buenas  perspectivas Creo que en los años que se vienen, la rueda volverá a girar y se dinamizará el sector para recuperar la competitividad a la que nos tiene acostumbrados.

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