Tal como muchos expertos sostienen, muchos de los problemas que tenemos son más autogenerados que ajenos. Si bien las dificultades económicas que hoy sufre Brasil y la devaluación de su moneda hacen que Argentina pierda competitividad en sus exportaciones, no podemos culpar a ello por nuestro estancamiento económico. Somos lo que hacemos día a día…
A nivel macro la negociación compleja de la deuda en default es un test permanente para la economía condicionada por este acuerdo y por la falta de crédito externo. Lejos de establecer diálogos constructivos en negociaciones del tipo ganar-ganar, estamos pelados con el mundo.
A nivel micro, buscando moderar la inflación y el incremento de precios internos, y usando el atraso cambiario como freno de mano, desde el 2008 el dólar pasó a ser el activo más barato del país. Por eso, todos queríamos comprar ese activo barato hasta que en octubre de 2011 se instaló el cepo. Un gobierno con suficiente capacidad de intervención, puede mantener artificialmente la paridad cambiaria por arriba o por debajo de su nivel natural por tiempo prolongado.
Originalmente quizás el cepo estuvo pensado para cuidar las reservas en dólares, pero indudablemente fue una medida equivocada que ahora es difícil de terminar. Lejos de cumplir su objetivo, el cepo intensificó insaciablemente la falta de dólares.
Esta restricción en el acceso a los dólares nos ha generado una brecha entre el dólar oficial y el dólar libre que hoy ronda el 50%.
La inflación de costos en dólares sumado a un tipo de cambio atrasado y asfixia tributaria aquejan al normal desarrollo de las actividades en el país y en el ambiente empresarial se respira una gran dificultad para hacer negocios.
Pero el cepo tiene los días contados, al menos algunos de los posibles candidatos a conducir el país así lo prometieron. Pero es recomendable que no sea una medida aislada, sino un plan integral que recupere la confianza de los inversores y de la población. Con cepo hay desconfianza, lo opuesto a lo que necesitamos.
Si nos preguntamos cuál es la Argentina que viene, es indudable que el gobierno que asuma va a tener que buscar, en algún punto medio de esta brecha, la convergencia entre un dólar que es el único dólar. Esto nos permitirá recuperar esa confianza y esa seguridad que tanto necesitamos.
Con otra perspectiva y otra visión, con medidas sostenibles en el mediano/largo plazo, con un acercamiento pragmático a las ideas pro mercado vigentes en la región, habrá mayor estímulo para generar los dólares requeridos por nuestra economía. La confianza genera inversión, la cual concibe trabajo. Hay que fomentar la inversión para obtener beneficios futuros y distribuidos en el tiempo. La incertidumbre en cambio promueve el consumo y el gasto desmedido.
El mundo le regala una oportunidad al país, pues la población mundial crece a pasos agigantados y con ella la demanda de alimentos. Argentina cuenta con recursos naturales y condiciones agro- ecológicas privilegiadas para la producción de cereales y granos, que ningún país del mundo tiene!
En los próximos 15 años veremos una Argentina líder en lo que es agricultura. Somos lo que hacemos en el día a día, con lo cual la excelencia no es un acto sino un hábito y por ende hay que construirlo. Como país debemos estar alineados detrás de una visión compartida, para que podamos disfrutar del camino. Todos queremos una Argentina mejore de aquí a los próximos años. Si bien las perspectivas para los próximos años son alentadoras, es imprescindible mantener políticas de estado que alienten el largo plazo y generen oportunidades para el sector, que motiven, promuevan y coordinen los esfuerzos del Agro. Es necesario que actores de gobierno, actores de la industria del agro, productores, etc. se encaucen en pos de un objetivo común para lograr mayor producción, aumento de divisas para el país y mejor calidad de vida para la sociedad.
Para prosperar, irremediablemente se necesitan reglas claras y espíritu de mirar hacia adelante. Al futuro no se lo debe adivinar, se lo debe forzar, desear y para ello es necesario tener la voluntad de cambiar las circunstancias y la historia para que las cosas se logren. Las políticas de largo plazo son indispensables para optimizar el potencial que el Campo en su conjunto tiene de aquí a los próximos años, con todo lo que ello implica para el país. Quizá sea más triste reconocer en varios años que hoy no discutimos por lo que es la década ganada/perdida, sino por lo que fue la década “desperdiciada”. Somos lo que hacemos día a día…