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La región en la búsqueda de la convergencia con los países centrales

Latinoamérica ha crecido sobre todo por efecto del “viento de cola” en la última década. Se percibe sin embargo un nivel bajo de productividad en relación al de los países centrales.

América latina representa sólo el 6% del mundo en términos de market share. México es cuestionable que pertenezca a la región ya que está integrado cada vez más al Nafta. Con México incluído sería de 8% la participación de la región en el mundo.

Para concretar la convergencia y acceder a los 35.000 dólares per cápita de los europeos en un lapso de 20 años hay que crecer en la región al 5% anual, lo que supone un gran desafío. Sólo Perú y Chile cumplirían con esta vara tan alta sostenida desde los noventa.

La región está muy centrada en commodities y ha cambiado relativamente poco su estructura. Sabemos a partir de las investigaciones de Haussman de la importancia de renovar las estructuras productivas y buscar mayor diversificación. Por otra parte la región sólo lo ha hecho este proceso México claramente impulsado por el Nafta. México ya no es solo petróleo. La región ha quedado aislada de las cadenas de valor globales. No es como Europa Oriental que se ha integrado a Europa y gracias a esta conexión puede crecer más y desarrollarse de modo articulado. Es clave para América latina crear valor con mayor base tecnológica, I+D y desarrollo de clusters.

La infraestructura es prioritaria para el desarrollo de la competitividad de Latinoamérica. El 75% de este stock de capital es financiado por el Estado. Hay sectores de infraestructura donde lo natural es el financiamiento privado como el caso de puertos que son clase mundial en muchos países de la región.

La competitividad es un desafío para todos los países y en este sentido son de destacar los planes que la están encarando siguiendo la experiencia de países como Nueva Zelanda, Francia o regiones como Catalunya o el País Vasco.

Chile lidera y sigue en la posición 34 en el ranking de competitividad entre 144 países y el conjunto de los latinoamericanos más dinámicos en posiciones entre 50 y 60. Argentina es el país de mayor retroceso en los últimos 3 años en la región descendiendo del puesto 85 al 104. El ranking del WEF es un benchmark clave para relevar y orientar políticas públicas.

América latina no está creciendo últimamente de modo agregado a buen ritmo y de ser cierta la idea de estancamiento secular habrá en el futuro menos consumo. Tenemos un desafío para aprovechar la demanda de alimentos elaborados cuya oferta hoy está concentrada en los países centrales.

El capital humano no está a la altura del desafío que supone la competitividad según lo demuestran las pruebas PISA, tanto en matemáticas como en ciencias y lengua. La baja empleabilidad es un lastre para encarar el desarrollo. Se ha avanzado en este tema pero todavía hay un fuerte gap con los países desarrollados. Es importante resolver el problema social del desempleo y que se incorpore gente de menores recursos al sistema ya que muy pocos jóvenes son activos en el mercado de trabajo.

La política económica de la región está alineada con esquemas más racionales de gestión de perfil no populista. Hay sorpresas recientes en el electorado que aspira a cierta renovación de la centroizquierda como advertimos en Brasil con la buena elección de Aecio Neves.

El desarrollo de las multilatinas es clave para ser un catalizador efectivo del desarrollo. La región debe aprender a desarrollar empresas familiares de baja calidad de gestión en el promedio. Hay que estimular los procesos para hacer públicas las empresas familiares. Hay muy pocas marcas de América latina de clase mundial (Natura, por ejemplo, sería una excepción).

En definitiva estamos en un punto de inflexión para América latina con la esperanza que esta vez seamos prudentes y audaces que en otras circunstancias históricas para encarar un proceso de desarrollo sostenido.

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