Lograr que las cosas pasen

Lograr que las cosas “pasen”, no que “nos pasen”

Durante los últimos 70 años en la Argentina dominaron las devaluaciones, la escasez de divisas, la inflación y las recesiones que enfriaron a la economía en forma permanente. Hoy el país vuelve a tener importantes desequilibrios macroeconómicos y los temores a nuevas crisis acechan por todos lados. Argentina tiene el vicio de gastar más de lo que recauda, independientemente del color político del gobierno de turno (militares, peronistas, radicales, liberales, populistas, etc).  Y luego se recurre a la emisión, a la suba de impuestos o a tomar deuda para “tirar la tierra debajo de la alfombra”. En todos los casos, el origen de estos desequilibrios tiene como corazón el déficit fiscal: si se gasta por encima de los ingresos, esto deriva en un déficit fiscal crónico, alta inflación e ingresamos en un círculo vicioso constante. 

Sumado a ello, si además fomentamos instituciones “soft” que fomentan corrupción en muchos niveles, se genera desconfianza, y así cuántos más problemas políticos y económicos tengamos, mayor será la violencia que sufriremos los argentinos y más se profundizará la “grieta” que nos divide socialmente.

¿Cómo hacemos entonces, si pareciera imposible reducir el gasto, para incrementar los ingresos?¿Estamos otra vez como argentinos, al borde del precipicio? 

Faltan 30 días para que asuma el presidente electo y no hay definiciones en materia de deuda pública, si habrá o no acuerdo con el Fondo, si habrá reestructuración de la deuda y nadie sabe quién manejará la economía. ¿Podrá Alberto Fernandez evitar que se profundice aun más la crisis?

Estas son las preguntas que nos hacemos todos. La realidad es que sin inversión hay pocas posibilidades de aumentar los ingresos e impulsar la reactivación económica, de generar más empleo y por ende un mayor nivel de actividad. 

La inversión debe aumentar sustancialmente para crecer y para crear empleos productivos, clave para superar la pobreza y construir la equidad. Ello requiere respetar y hacer respetar los contratos públicos o privados, con reglas de juego claras, con una visión de mediano y largo plazo, sin asfixia impositiva, para evitar así caer en los mismos problemas siempre.

Bajo este diagnóstico, resulta fundamental que como país podamos capitalizar más todavía las ventajas comparativas que tenemos. Como es sabido, la Argentina tiene el clúster productivo oleaginoso más competitivo del mundo, más competitivo que Brasil e incluso que EE.UU. El desafío es lograr maximizar el potencial que tenemos como sector. Si a estas ventajas le sumamos “inversión”(en infraestructura por ejemplo, para lograr reducción de costos, de tiempos, mayor eficiencia operativa, etc), “institucionalidad y reglas de juego claras”, “mayor predecibilidad”, indudablemente nos podremos volver a encausar en el camino del desarrollo y crecimiento que tanto necesitamos.

El año 2020 nos está convocando a ser más eficientes y productivos, cada uno deberá reinventarse en lo que hace y a partir de allí trabajar el doble para ganar la mitad. Tenemos un problema sumamente complicado, pero no es imposible de resolver. Y es así como crecen los países y se genera empleo genuino, con sociedades menos violentas y más apegadas. Con el esfuerzo como bandera, dando el ejemplo, apuntando a ser la mejor versión de nosotros mismos, evitando el atajo que nos aleja de las buenas prácticas, siendo proactivos, animándonos a invertir.

Para prosperar, irremediablemente se necesitan reglas claras y espíritu de mirar hacia adelante. Al futuro no se lo debe adivinar, se lo debe forzar, desear y para ello es necesario tener la voluntad de cambiar las circunstancias y la historia para que las cosas se logren. Debemos lograr que las cosas “pasen”, no que “nos pasen”. De cada uno de nosotros depende.

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